miércoles, 27 de febrero de 2008
poemas de ARDEN LAS PERDIDAS, de ANTONIO GAMONEDA
HE TIRADO al abismo el hueso de la misericordia; no es
necesario cuando el dolor es parte de la serenidad, pero la
lucidez trabaja en mí como un alcohol enloquecido.
Sé que las uñas crecen en la muerte. No
baja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al
expulsar la falsedad, nos desollamos y
no viene nadie. No
hay sombras ni agonía. Bien:
no haya más que luz. Así es
la última ebriedad: partes iguales
de vértigo y olvido.
Tinta China, Revista de Literatura: Antonio Gamoneda
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