AJENO
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa
poema de CLAUDIO RODRIGUEZ
Entraba erguido como un jugador afortunado en compañia de FELIX CUADRADO LOMAS, entraban los dos como dos viejos anarquistas, cogidos del brazo. El Farolito amasaba derrotas como cada dia, y como cada dia las singladuras mas diversas colgaban de las paredes desvanecidas en un mar de lenguas. Claudio y Felix, imponentes, casi salvajemente bondadosos atracaron sus presencias en la barra alta de aquella tarde, y la noche vendria como una tripulación mas, y todos los vasos llevarían los nombres de todos los sueños y de todos los reveses que la vida nos regala.
El Naufragio fueron los poemas que Claudio trai arrebujados en sus habitados bolsillos, el recital se llevo a cabo pues la marea de las conversaciones y el don de la ebriedad estaba con nosotros, el Nordes soplaba aquellos dias y limpiaba las mondas de las alegrias y las penas. Los poemas aparecieron en el Farolito como si Lowry se los hubiera llevado y de vuelta, sanos y salvo, las cuartillas de lumbre, alli estaban restaurando una vez mas lo que las tormentas infligían.
Asi conoci a Claudio Rodriguez, una tarde larga ya entrando la primavera.
Este lunes que se nos viene mayado de poemas, sera Claudio Rodriguez el sujeto de nuestras lecturas.